Queridos Hermanos y Hermanas:
Esta es una carta de agradecimiento. En primer lugar, gracias por sus bonitos deseos, por todo su cariño y sus bellas palabras, por los dones que me han dado en las últimas semanas. No puedo decirles lo mucho que aprecio su amabilidad y cuán profundamente me han conmovido. En segundo lugar, muchas gracias por su ministerio hacia mí. Estos últimos siete años siempre han estado allí con su apoyo, se han ofrecido para ayudarme en tantos proyectos y planes, cuales me han desafiado y, a veces, exigian lo mejor de mí. Ustedes me ha recordado que la única manera de hacer algo es trabajando juntos.
En tercer lugar, gracias por enriquecer mi vida con el hermoso sentido de la diversidad. Una de las grandes alegrías de mis años aquí ha sido predicar las liturgias celebradas en cuatro idiomas, ver cómo a pesar de nuestras diferentes lenguas y culturas, podemos unirnos como una comunidad de fe. Esta maravillosa parroquia me ha demostrado que nuestra fe católica abarca todas las culturas y personas.
En cuarto lugar, gracias por su paciencia conmigo. Hay momentos en que puedo ser terco y impulsado; hubo momentos en los que simplemente no escuchaba; momentos en los que pude haber caminado derecho al lado suyo y ni siquiera reconocer que usted estába allí; momentos en los que he estado de mal genio y no muy amoroso; sin embargo, ustedes siempre han sido pacientes y perdonador.
Por último, en el Evangelio de Lucas, Jesús cuenta una parábola que con frecuencia trato de mantener en mi mente y corazón. Él habla de cómo cuando un siervo viene de arar el campo o de cuidar las ovejas; él no se sienta y come, se asegura de que el maestro coma primero entonces él puede comer. Y concluye la parábola con estas palabras: Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que les ha sido mandado, digan: Somos Servidores no necesarios, hemos hecho lo que era nuestro deber" Lucas 17:10. Al final, me lleno de alegría si yo puedo decir: "Soy servidor, que simplemente he hecho lo que era mi deber”
En Cristo,
Fr. Tizio